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Reflexiones en el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia

  • Ana Victoria Espinoza
  • Humanidades y Ciencias Sociales

En el marco del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, docentes de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la UNaM, con trayectoria en el abordaje de estos temas, presentan una serie de reflexiones acerca del pasado reciente del país y la región particularmente, y ahondan en las implicancias desde el presente a 44 años del golpe cívico militar que marcó la historia del país.

Lic. Mariana Lombardini, docente del Departamento de Comunicación Social e investigadora de la FHyCS
A 44 años del fatídico golpe cívico militar que sufrió nuestro país, este día nos encuentra a gran parte de la población argentina encerrados en nuestras casas afrontando una pandemia mundial. ¿Cómo vivirían hoy los compañeros y compañeras militantes víctimas del terrorismo de estado esta situación? Muchos de ellos fueron médicos, estudiantes de medicina, probablemente estarían en los hospitales dando lo mejor de sí para salvar vidas y ¿los otros no médicos? Quizás estarían tejiendo redes y organizándose para superar el impacto económico y social que dejará esta crisis, preparando clases de apoyo en los centros comunitarios para aquellos niños y niñas que por falta de tecnología no participan de las clases virtuales.
Una forma tal vez de recordar a todos ellos y rendir homenaje a su memoria es reivindicando sus prácticas políticas, su militancia, que no tenía horas ni días y que siempre estaba destinada a los más desprotegidos, que miraba al excluido, y que sabía de poner y entregar el cuerpo por el otro; comprendía la realidad y se movilizaba para transformarla.
Este mundo nos necesita más humanos que nunca, necesita de la solidaridad de todos; en honor a las Madres y Abuelas respondamos con amor y sensibilidad. Que el pedido de Justicia para todos nuestros compañeros desaparecidos y presos políticos sea brindándonos a aquellos sectores que hoy más nos necesiten.

Mgter. Jorge Alcaráz, docente e investigador del Departamento de Historia y director del Proyecto de Extensión de la FHyCS “Circuito de la memoria”.
Un nuevo aniversario del golpe de Estado perpetrado el 24 de marzo de 1976 nos convoca nuevamente a reflexionar sobre la formación ciudadana y sobre las experiencias de nuestro pasado reciente, para consolidar el sistema democrático y sus instituciones.
En los últimos 4 años no resultan casuales los ejercicios de minimizar el impacto del terrorismo de Estado y sus responsables materiales, provenientes tanto de las autoridades como de los medios de comunicación; son el resultado de las permanentes disputas por la memoria entre actores sociales y grupos de poder. El terrorismo de Estado, los Centros Clandestinos de Detención, el Nunca Más, el juicio a las Juntas, los Juicios por la Verdad, la noción de estado de derecho y de respeto por la vida e integridad física que aportan a la ciudadanía resultan conceptos centrales, para reconstruir y afianzar los lazos sociales. La última dictadura argentina (1976-1983) tiene su particularidad de ser la experiencia más cruenta, en materia de violaciones a los derechos humanos en la historia de nuestro país, que por cierto no constituyó una, no es una experiencia aislada, sino la expresión más álgida de una sucesión de intervenciones militares a lo largo del siglo XX (1930-1932, 1943-1946, 1955-1958, 1962-1963, 1966-1973).
A partir del golpe de Estado de 1976, el sistema de desaparición de personas adquiere una escala nacional y una sofisticación burocrática que hace uso de los recursos e instalaciones estatales y se convierte en la modalidad represiva por excelencia. La estrategia represiva dejó de girar en torno al sistema legal de cárceles para estructurarse en el sistema clandestino de detención y desaparición de personas. En particular el desafío constituye la sensibilización sobre las representaciones sociales de los actores sociales y los diferentes aspectos políticos y culturales desde el presente. Un trabajo reflexivo sobre la propia memoria que nos enfrenta con varias incomodidades y miedos, muchas veces heredados de la propia dictadura y que siguen afectando al campo cultural, sobre el compromiso con la democracia como estilo de vida, articulando procesos educativos, políticos sociales y culturales en la mirada sobre el pasado reciente.

Mgter. Esther Lucia Schvorer, docente e investigadora del Departamento de Historia.
La fecha que nos convoca hoy es una de las más trágicas de la historia argentina contemporánea. Aquel fatídico 24 de marzo de 1976 fue el inicio de la más violenta dictadura militar en Argentina. A contramano de la idea que el gobierno militar trató de instalar en esos años, en Misiones y la región la violencia y las políticas implementadas demuestran que si “pasó algo”. Aquí y en la región la dictadura implicó entre tantas otras cosas tristes y terroríficas, una serie de consecuencias que hasta el presente impactan en la estructura social, económica y cultural.
Cuando los años ‘60, apenas lograda la provincialización (de Misiones, Formosa y Chaco) la región vio el surgimiento de un movimiento agrario que en algunas provincias se manifestó como “Ligas Agrarias” y en Misiones como el MAM (Movimiento Agrario de Misiones), luego también surgió la versión local del movimiento liguista. En esos años en la región nordeste del país los pequeños y medianos productores y otros grupos sociales (obreros y estudiantes) presentaron una respuesta política al proceso de concentración que se avizoraba y ya se hacía sentir. Desde mediados de la década del 70’ y específicamente desde 1976, la virulenta respuesta estatal a los reclamos y demandas de los movimientos sociales y políticos que significó el PRN (Proceso de Reorganización Nacional) garantizó una serie de transformaciones que demandaba el capital concentrado local y externo.
Las políticas dictatoriales, centradas en la represión estatal y el miedo, implicaron entre otras la concentración de la tierra, la concentración económica y el manejo integrado de los principales productos regionales, el paso de una economía sustentada en la pequeña y mediana producción agrícola a una economía concentrada y un estado “ausente” para las mayorías, la diversificación productiva trocó en monocultivo concentrado (especialmente coníferas), la pérdida progresiva de la selva paranaense, la expulsión de la población rural a las ciudades, el crecimiento exponencial de la pobreza, los problemas ambientales (pérdida del recurso monte, suelo y contaminación de los cursos de agua), el miedo y el “no te metás” como parte del escenario cultural heredado de la dictadura, etc., todas ellas consecuencias relacionadas con la dictadura en Misiones y la Región.
Los gobiernos democráticos posteriores no pudieron, en el mejor de los casos, o no quisieron, cambiar el rumbo central de esas transformaciones. Hoy son los desterrados del sistema entonces, quiénes con su trabajo y sus luchas cotidianas denuncian las consecuencias de la dictadura y reclaman un lugar en la historia. Los trabajadores y trabajadoras rurales que continúan en las peores condiciones de pobreza y explotación; las y los pequeños productores expulsados de las chacras a las villas urbanas; las organizaciones indígenas que reclaman tierra y derechos; lxs feriantes y su apuesta al mercado local y el precio justo; lxs ambientalistas y afectados por represas; lxs docentes peleando por más y mejor educación y mejores salarios; las y los trabajadores de la salud pública tantas veces relegadxs (en total desamparo pero de pie ante una pandemia inconmensurable hoy), mujeres en solitario o en las organizaciones, el movimiento feminista que atraviesa y sintetiza todos los otros reclamos en su denuncia sobre la opresión del patriarcado y el basta a la violencia y femicidios. A pesar de sí misma, de la violencia, la desaparición, el miedo y la exclusión, la dictadura no ha podido acallar las voces. Hay esperanzas. Es bueno recordarlo en el día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia.

Fuente: FHyCS.

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